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— 142— por singularísimo privilegio, no contrajo pecado, ni cometió falta, defecto 6 imperfección alguna; mujer, cuya purísima inocencia y candidísima vestidura no fué manchada ni por el más leve ítomo de menudo polvo, y esta fué la que veneramos con cl glorioso título de Inmaculada. Los demás mortales, todos han sido manchados con la culpa original, todos han sentido peligrosas inclinaciones, todos han tropezado y caído en falta más Ó menos graves, todos han tenido que pelear con el demonio, padre de la mentira, todos han es- perimentado la lucha del mundo, enemigo del hom- bre, tódos han tenido que combatir las pasiones de la carne, que con su peso-corruptible agrava al alma, todos y todas han sido heridos en esos recios com- bates y en esas luchas espirituales antes de conse- guir la victoria y empuñar la palma del triunfo; ¿qué extraño es, pues, que Inés hubiera tenido las mismas vicisitudes que todos tenemos? Pero si tuvo, en el ca- mino que recorrió, sus pequeñas caídas, fué para le- - yantarse de ellas con ánimo más esforzado; y si tuvo algunas faltas de correspondencia á la gracia y voca- ción divina, las expió después con heróica peniten- cia, dejando á las de su clase un grande ejemplo que imitar, como veremos en lo restante de esta historia:
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