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-— 136— la pureza: y entonces el entusiasmo de los dos llega- ba á su colmo, pensando lo dichosísimos que serían, si pudieran vivir juntos de esa misma manera. ¡Mas ay! que esto no puede ser sin un grande y continuo milagro de Dios, tan continuo y tan grande que San Bernardo tiene por menor milagro el resucitar á un muerto que el conservar la pureza dos personas de distinto sexo cuando se tratan á la continua muy fa- miliarmente. Hay escondida en el fondo del corazón «humano una pasión misteriosa, que en determinadas ocasio- nes se desarrolla y crece, como crece y se desarrolla el grano plantado en las entrañas de la tierra, cuan- do la lluvia lo fertiliza y el sol lo calienta. Esta pa- sión es la del amor, indeferente .¿n sí misma; pero noble ó vil, angelical 6 diabólica, según la cosa que se ama y según la manera de amarla. Esta pasión tiene un objeto santo y grandioso, cual es la propa- gación del género humano sobre la tierra, y hacia él se dirige con gran ímpetu y vehemencia, arrastrando cuanto encuentra al paso, á manera de, corriente arrebatada ó de río desbordado que salió de su cau- ce. Por eso es necesario de toda necesidad, encauzar á esa pasión y ponerle fuertes diques “en los años de la juventud, si no queremos que arrastre «hacia el abismo la inocencia, la virtud, el honor, la vida, el cuerpo y el alma de los jóvenes inexpertos, Esta pa- sión comienza á desarrollarse, apenas llegamos á la edad de la pubertad, y entonces es preciso que los padres redoblen la vigilancia sobre sus hijos, si no quieren verlos hechos víctimas de esa pasión, porque
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