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CAPITULO XIV DE como INÉS AL TERCER Ó MAS TROPEZÓN, VINO Á CAER DONDE NO QUERIA. No dice la historia quién comunicó á José la nue- va resolución de Inés, pero se sabe que llegó á sus oídos con la velocidad del relámpago, y apenas lo su- po, fué á decirle que le cumpliera la palabra que le dió en otro tiempo, allá en el jardín de la quinta. Ibés se halló al principio confusa y turbada; luchaba consigo misma, y padecía en su interior horrible- mente. Estuvo enferma algunos días, y nadie sabe lo que entonces le pasó; mas yo ví con mis propios ojos que apenas convaleció, hubo una tertulia en casa de Agustín, y algo separados de los demás, arrimados 4 un veladorcito, conversaban Inés y el condesito ami- gablemente, mirándose el uno al otro con delicia ine- narrable, pero delicia que dejaba en el corazón de ella una gota de amargura. AMí se decían nuestros dos jóvenes todas las ter- nezas, todos los requiebros, y todas las tonterías que se han dicho todos los novios desde que los hay en el mundo: allí se decían y repetían todas las finezas, todas las necedades, todas las promesas, todas las sandeces y todas las majaderías que se han dicho y repetido todos los amantes en el trascurso de sesenta
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