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cs 7 Flora era aficionada á la poesía, y al ver que Inés no pareció por el convento el día de su profesión, y al saber lo metida que andaba en el mundo, se com- padeció de ella y le escribió estos versos con ánimo de enviárselos, á ver si la confirmaba en su vocación; pero temió pecar de imprudente y los guardó. Vien- do pues que ahora Inés le pedía consejo, se los man-= dó sin añadir más palabra que la de la fecha. Inés log recibió como recibe la niña mimada una contradic- ción que sobremanera la irrita. ¡Esta no es la respuesta! ¿Habrá tonta?—decía Inés; y en vez-de rumiar y meditar la carta, metióla dentro de un libro para no acordarse más de ella; mas á pesar de ésto, el porfiado y empachoso gusa- nillo del remordiento con voz lenta y apagada, como la del tísico que se muere, le decía muchas veces á Inés en el fondo de su alma: Sí, esa es la contesta- ción: léela despacio y lo verás. Otras veces el gusanillo dejaba su voz lenta y apagada; y tomando voz de trueno se encaraba con ella y le decía con mucho desparpajo y con toda la amargura de la verdad: ¡Embustera!¡Mentirosa! ¿Qué es lo que dices? ¿En qué piensas? ¿A quién tratas de engañar? ¿A Dios? ¡Insensata! ¡A Dios no puedes en- gañarlo, porque El ve tu corazón! ¿Quieres engañar al mundo? Pues el mundo conocerá tu hipocresía, y él te dará el pago. ¿Quieres engañarte á tí misma? iso no lo conseguirás, ¡necia! porque aquí estoy yo, para decirte la verdad, hoy, mañana, siempre, eter- namehte, en.esta vida y en la otra. Quieras Ó no quieras te diré siempre la verdad, y la verdad es que
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