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«O ——Ñ mal para conocerlas: las criaturas no dan ni pueden dar á Dios el conoci- miento: él le tiene en sí mismo: él las ve siempre en sí mismo. No puede ha- ber novedad ni accidente en Dios: esto seria una grande imperfeccion en quien es la misma perfeccion por esencia. Cuando veas tú, alma mia, alguna cosa hueva sobre la tierra, no pienses que entonces tiene el Omnipotente una nue- va voluntad, nique entonces solamente quiere aquello: sube con el pensamien- to á aquella antiquísima disposicion su- ya, y hallarás desde la eternidad orde- nadas todas las cosas. Nuevas son ellas á nuestros ojos y eternas á los suyos: desde antes de todos los siglos vió y conoció perfectamente las miserias de nuestra culpa, y aunque por ella eramos merecedores de condenación, se com- padeció de nosotros, nos amó y quiso salvarnos. ¡O cuán obligada estás, alma

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