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de Sigmaringa Griisch, para ir a recibir la corona del marti- rio, al pie del altar de la Virgen dara el adids de despedida, y por Maria pedira afrontar las luchas de la muerte: en fin, antes de espirar, sus labios moribundos pronunciaran los dulci- simos nombres de Jestis y de Maria. CAPITULO X El capellan militar Jes época en que vivid S. Fidel semejaba un voledn en actividad, y podemos Ila- marla la era de las grandes revueltas politicas y religiosas en las naciones civilizadas. Los jefes protestantes conspiraban a cara descu- bierta contra el imperio de Austria. Para ellos el emperador era culpable de defender la religién catélica, y tenian jurado sacudir el yugo de su autoridad por cualquier medio que fuese. En todas partes vefase fermentar la se- ° gi neces Ee”

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