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CONFERENCIA VIGÉSIMA TERCERA 87 contados los años de su peregrinación sobre la tierra, que cuesta trabajo el comprender cómo llega á prendarse tan locamente de ninguna de las cosas de este miserable destierro. «El hombre—dice el Santo Job (1)—sale como una flor, y luego es cortado y se marchita; huye y desaparece como sombra.» «¿Qué cosa es vues- tra vida?—añade el Apóstol Santiago (2)—un vapor que por un poco de tiempo aparece y luego se desvanece.» ¿Qué cosa hay más frágil que una flor, ni más transitorio que su hermosura? ¿Qué cosa hay más deleznable que una nube, ni más fugaz que su resplandor al ser herida por los rayos del sol? Pues semejante á esto es la vida que acá tenemos y todas las cosas que tan sin tasa ni medida amamos. «Vanidad de vanidades y todo vanidad» (3). Bagatelas despreciables, fruslerías indignas de la nobleza de nuestro corazón, niñerías y pasatiempos; esos son, en realidad, los bienes que el hombre busca con tanto afán y conserva á fuerza de tantas solicitudes y cuidados, y cuya pérdida le causa tanta amargura. En confirmación de esta verdad, oigamos el testimonio autorizado del sapientísimo Salomón, que tantas ocasiones tuvo de apreciar el valor de las cosas de este mundo y que llegó á probar todo el deleite que de sí pueden dar las criaturas. «Yo— dice—mandé hacer magníficas obras y me edifiqué (1) XIV. (2) 1V, 15. (3) Eccles., 1, 1. E a ni rió o
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