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CONFERENCIA VIGÉSIMA TERCERA 85 su perfección? ¿No era muy natural que San Fran- cisco dejara entre sus hijos las huellas de su espí- ritu y muy particularmente aquel entrañable amor que él profesaba á la pobreza? Sí, por cierto; y ved por qué, amados terciarios, las tres Órdenes fundadas por el Seráfico Patriarca se han distin- guido en todo tiempo por su amor á la pobreza y su celo en defenderla contra los ataques de la rela- jación, pudiéndose afirmar que las numerosas reformas que se han hecho en la Orden Seráfica, no han tenido otro fundamento ni otro objeto, que restablecer en todo su vigor y perfección la disci- plina de la pobreza. De todo lo cual puede sacarse esta conse- cuencia, es á saber: que tiene muy poco ó nada de hijo de San Francisco aquel que no ama la pobreza, el que no la practica en el grado que corresponde á su profesión ó estado, el que la menosprecia con obras ó con palabras, el que tiene acerca de la pobreza sentimientos y apreciaciones, no infor- madas por las inmutables enseñanzas del Evan- gelio, sino, más bien, conformes á las corrientes de la época, tan manifiestamente saturadas de materialismo. Y decimos todo esto para recordar á los terciarios que también ellos, á fuer de hijos del Patriarca de los pobres é imitadores de sus virtudes, han de amar la pobreza y tener de ella muy alta estima y practicarla en el grado compa- tible con su estado. Pues aunque es indudable que la profesión de la Regla de la O. T. no impone á los terciarios en manera alguna la abdicación de la

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