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CONFERENCIA VIGÉSIMA SEGUNDA 81 A ea mente con sus ocupaciones de no poder rezar lo que su Regla le prescribe? Por muchas que éstas sean, nunca serán tantas ni tan graves como las del mencionado Papa; y si vemos que éste hallaba tiempo para llenar sus deberes de terciario, no sé quién se atreverá á decir que no lo encuentra para cumplir fielmente lo mismo. ¡Oh qué gran mengua sería para un terciario si se le pasasen los días y las semanas sin llenar una obligación tan fácil y ligera como es la de rezar los doce Padre nues- tros! ¿Qué pensaría de él el Seráfico Patriarca? ¿Reconocería por hijo suyo al que daba muestras de tan poca piedad y espíritu franciscano? Cier- mente que no. Termino, por lo tanto, recomendando una vez más á todos los hermanos el exacto cumplimiento y la fidelidad en el rezo, para que, mediante este pequeño tributo de alabanzas que ofrecen ahora á Dios en la tierra, merezcan alabarle eternamente en el cielo. —Amén. ———— e —_—_———
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