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4 TEMPLANZA Y DEVOCIÓN EN LA MESA hombre terreno, de que tan repetidas veces habla el Apóstol en sus epístolas. Esta mortificación es, en suma, el primer peldaño de la mística escala de la perfección evangélica y la piedra angular sobre la que ha de fundarse toda santidad que sea genuinamente católica. Recia cosa es por cierto esta mortificación, ese constante guerrear con nuestros apetitos, ese cercenar de continuo las demasías de la carne, y ese sujetar á todas horas al imperio de la razón la insolencia de las pasiones; mas por enojoso y repugnante que nos sea todo esto, es necesario aceptarlo como condición precisa para alcanzar completa victoria sobre nuestros enemigos. Es in- dispensable luchar, y luchar denodadamente, sin tregua y sin pusilanimidad, para tener derecho á ser coronados por Dios en el cielo. La Regla de la V. O. T. rebosa en todas sus prescripciones el espíritu de mortificación; y no podía dejar de ser así, habiéndola ideado un Santo tan penitente y mortificado como Francisco de Asís. Ella, en efecto, inculca al terciario unas veces, la moderación en el porte y el vestido, otras, le impone abstenerse de comilonas, danzas y representaciones licenciosas, y otras, finalmen- te, le prescribe la frugalidad y la devoción en la mesa, para que aun la comida, que es un acto tan necesario para el mantenimiento de la vida, vaya acompañado de piedad y mortificación. Prosiguiendo, carísimos terciarios, la tarea que nos hemos impuesto de comentar las princi-
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