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CONFERENCIA VIGÉSIMA SEGUNDA 73 que el Ave María, ni ninguna otra es más dulce á nuestros labios, ni más armoniosa y recreativa á nuestros oídos. Finalmente, carísimosterciarios, el Gloria Patri con que termina el Oficio de los Padre nuestros es también el complemento de todas sus excelencias. Porque en ese sencillo á la vez que sublime cantar de la Iglesia se encierra la expresión del dogma católico, el amor y entusiasmo de nuestros cora- zones y el mayor homenaje de adoración y res- peto que la criatura es capaz de rendir á Dios Trino y Uno. Ese himno de gloria que constante- mente resuena bajo las bóvedas de los templos Católicos es lo más bello y sublime que ha podido idearse en la tierra, es como el grandioso con- cierto con que la Iglesia, intérprete de toda la creación, ensalza y bendice la majestad y gran- deza del Supremo Creador de todas las cosas. Tal es la dignidad y excelencia del rezo de los terciarios. ¿Quién se atreverá á menospreciar lo que encierra tantas sublimidades y grandezas? ¿Quién tendrá en poco un Oficio aprobado por la Iglesia y compuesto de lo más digno y sagrado que contiene la liturgia eclesiástica? ¿Y cómo no cumplir con la mayor perfección posible un Oficio tan meritorio? II Pero veamos ahora qué se requiere para rezar fructuosamente el Oficio, que es lo que me he propuesto tratar en esta segunda parte.
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