BCCPAM000526-2-20000000000000

50 LA CONFESIÓN cuanto más se dilata el arreglarlas tanto más cuesta después el ajustarlas. Así el que confiesa de tarde en tarde, necesita más tiempo para exa- minar su conciencia y calcular las culpas come- tidas; pero el que lo hace á menudo, con unos momentos de reflexión, tiene suficiente para hacer todo esto con la debida perfección. De todo lo cual se deduce que no es la falta de tiempo lo que impide la frecuencia de la con- fesión, sino la indiferencia con que se miran los intereses del alma y lo que afecta á su eterno porvenir. Avívese la fe y desde luego se desper- tará en el cristiano el aprecio y estima de ese Sacramento misericordioso que Jesucristo nos dejó en la tierra como el mayor consuelo que podíamos desear. Enciéndase en el corazón la Hama de los sentimientos religiosos y se verá cómo el hombre corre á buscar en la Confesión el remedio eficaz para las múltiples dolencias de su alma. Hacedlo así, amados terciarios; reflexionad frecuentemente en los grandes bienes que se encierran en la Confesión Sacramental; cumplid la disposición de vuestra Regla, confesando todos los meses, y esforzaos por hacerlo con más fre- cuencia, según vuestras obligaciones os lo per- mitan. Si así lo hacéis, vuestra conciencia gozará de la paz de los justos, vuestra alma se purificará de las culpas veniales, y se dispondrá para una buena y feliz muerte, la cual será el preludio de vuestra bienaventuranza en el cielo.—Amén.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz