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CONFERENCIA TRIGÉSIMA CUARTA . y ati á la perfección evangélica.» León XIII dijo repeti- das veces: «Que estaba firmemente persuadido de que en nuestro siglo la Orden de Penitencia de San Francisco, era el remedio más eficaz para curar los males presentes, y el mejor medio para llevar nuestra sociedad á los pies de Jesucristo y difundir en la familia el espíritu del Evangelio.» Y tanta importancia llegó á conceder al influjo de la O. T. en la sociedad, que en la Encíclica Huma- num genus, la recomendó eficazmente como antí- doto de las sociedades secretas, por otro nombre llamadas la masonería. «Mucho ha de servir, decía en el mencionado documento, la O. T. de San Francisco para extinguir estas perversísimas so- ciedades. Auméntese cada día la O. T., que ade- más de otros muchos frutos, puede esperarse de ella el insigne de que vuelvan los corazones á la libertad, fraternidad é igualdad, no como absurda- mente conciben estas cosas los masones, sino como las alcanzó Jesucristo para el humano linaje, y como las siguió San Francisco, esto es, la liber- tad, la igualdad y la fraternidad de los hijos de Dios.» Un libro podría escribirse con los elogios que el mencionado Pontífice tributó á la O. T. Aprovechaba todas las ocasiones para ensalzarla y solía decir: «Mi plan de reforma social es la T. O.—La T. O. forma verdaderos cristianos.— Cremos que al recomendar esta institución, estu- vimos realmente inspirados, porque la O. T. es la vida cristiana puesta en práctica.—Vuelvo y vol- veré á insistir siempre sobre lo mismo, porque
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