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a e 274 PARA ESTABLEC ER UNA NUEVA ASOCIACIÓN busca de consejo, y para que les diese una regla de vida con qué ordenar sus costumbres, hacer penitencia, ejercitarse en la piedad, practicar las virtudes y precaverse de las ocasiones pecamino- sas del siglo. Esto es lo que movió á San Francisco á insti- tuir una Tercera Orden para los que viven en el mundo, así como había fundado la Primera y la Segunda para los que quisieran consagrarse á Dios en el estado religioso. Para realizar esto, escribió una sencilla Regla, compuesta de las máximas del Evangelio y de prescripciones fáci- les de cumplir, que luego fué aprobada por la Iglesia; señaló el hábito que debían llevar los que á ella perteneciesen, que fué entonces una túnica de paño, y es hoy un escapulario, y además la cuerda que es insignia común de las tres Órdenes por él instituídas. La nueva institución fué reci- bida con mucho entusiasmo y bien pronto se pro- pagó por todas las naciones, llenándose los pue- blos de hermandades de terciarios, que introdu- cían en todas partes la reforma de las costumbres. De todos los estados y clases de la sociedad acudieron multitud de personas á ingresar en la O. T.: los pontífices, los cardenales, los obispos y sacerdotes vistieron las libreas de la Penitencia; los príncipes no se desdeñaron de seguir en esto el ejemplo de los eclesiásticos, contándose más de ciento treinta y cuatro que han pertenecido á la O. T., entre ellos San Luis, rey de Francia; San Fernando, rey de España; Santa Isabel, reina

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