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CONFERENCIA TRIGÉSIMA CUARTA 273 AA pululaban por todas partes, los vicios se habían entronizado en los pueblos y en las familias, por- que las discordias y bandos políticos dividían las ciudades, y, en fin, porque las almas se veían expuestas á innumerables peligros de perdición. En estos momentos, cuando el mal había lle- gado hasta el extremo de que un Pontífice, Ino- cencio IM, vió en sueños que la Iglesia de Letrán parecía desplomarse, símbolo de los riesgos que corría la causa del Catolicismo, Dios hizo apare- cer en la tierra un santo extraordinario, que con su celo y por medio de sus saludables instituciones, consolase á la Iglesia de sus amarguras y reparase los estragos que los vicios hacían en las-almas. Ese Santo fué Francisco de Asís, ángel de paz, apóstol incansable, reformador de las costumbres y Patriarca de tres gloriosísimas Órdenes que él fundó para que fueran asilo de la inocencia, es- cuela de apóstoles y defensa contra los peligros que rodean á los cristianos en el mundo. Fué tan grande la santidad y pureza de este Santo, que Dios le imprimió las Sagradas Llagas de Jesucris- to, para que fuese su viva imagen; su amor era tan extraordinario que las gentes le apellidaban el Serafín de Asís; su predicación era tan eficaz que no había pecador, por endurecido que fuese, que no se rindiera á sus exhortaciones, llegando á encender en los pueblos tal llama de entusiasmo religioso, que por doquiera le seguían las muche- dumbres, y de todos los estados y condiciones de la sociedad acudían á él multitud de personas en 18

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