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22 ESPÍRITU DE PENITENCIA DE LA V. O. T. á las costumbres y al modo de ser de la época actual. Pero afortunadamente el orador sagrado, en el desempeño de su elevado ministerio, ni tiene que consultar los desvariados pareceres del mundo ni, mucho menos, acomodarse á sus torcidas afi- ciones, porque no se propone recrear la inteligen- cia de sus oyentes, sino llenarla de la luz de la verdad; ni es su objeto halagar las pasiones, sino introducir en ellas el orden y la rectitud, mediante las enseñanzas purísimas de la moral cristiana. El orador católico recibe su inspiración del Evange- lio: ahí aprende la doctrina que ha de anunciar á los pueblos, en ese sagrado libro halla siempre armas poderosas con que combatir el error y la inmoralidad, y el Evangelio es inmutable como la verdad, no varía ni puede variar para amoldarse á las veleidades y caprichos de los hombres. Ved por qué en el constante mudar de los usos y cos- tumbres de los pueblos y en el mar agitado de las Opiniones humanas, la predicación evangélica ha sostenido siempre las mismas verdades y la misma moral, enseñándolas con santa libertad á las gen- tes; porque «Cristo es de ayer, de hoy y de todos los siglos» (1); su doctrina es oportuna y necesa- ria para todas las épocas y para todos los pueblos, como palabra de vida eterna; lo que Jesucristo enseñó, como necesario para salvarse hace más de veinte siglos, sigue siendo lo mismo, (1) Hebr., XII, 8.

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