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250 PARA DAR EL HÁBITO DE LA O. T. en el día feliz y memorable de nuestro Bautismo: ese es el mundo enemigo jurado de la fe y de To buenas costumbres; ese es el mundo que nos tiende lazos de maldad por todas partes y arma continuas asechanzas á la pureza del corazón yá la inocencia del alma. Pues bien, amados hermanos, contra todos esos riesgos que el mundo ofrece y contra sus malignas seducciones, es un preservativo eficaz la profesión de terciario de San Francisco, que vosotros abrazáis desde el instante en que se os ciña la cuerda y se os imponga el escapulario, que es el pequeño hábito de los hijos terceros del Serafín de Asís. Porque esas libreas Franciscanas son símbolo de menosprecio práctico del mundo y sus engañosas vanidades; son una pública pro- testa contra el orgullo de los mundanos, á la par que una categórica afirmación de piedad, de fervor religioso y de querer vivir lo más ajustado posi- ble al espíritu del Evangelio. Todo esto os darán á entender aquellas hermosas palabras que em- pleará el sacerdote al imponeros las insignias de la O. T.: «Despójete el Señor—os dirá—del hombre viejo con todos sus actos, y aparte de tu corazón de las pompas del siglo que renunciaste al recibir el Santo Bautismo. Vístate el Señor del nuevo hombre que fué creado según Dios en jus- ticia y santidad. Cíñate el Señor con cíngulo de pureza y apague en tí los afectos lividinosos para que permanezca en tí la virtud de la conti- nencia y castidad.» Otro tanto significan aquellas

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