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248 PARA DAR EL HÁBITO DE LA O. T. e, ¿Y no os parecen, hermanos míos, bien justifi- cados mis entusiasmos y mis transportes de ale- gría? Al dar una ojeada á nuestro alrededor, al contemplar el tristísimo espectáculo que ofrece la sociedad de nuestros días, tan alejada de Dios, tan ajena de la verdadera piedad, tan refractaria á la penitencia y mortificación de los sentidos, tan indiferente para las cosas de Dios, como solí- cita de las cosas del mundo y, en fin, tan engreída y llena de orgullo como falta de humildad, decid- me, ¿no hay poderosos motivos para alegrarse en el Señor al ver que su Divino Espíritu conserva en vosotros encendida la antorcha de la fe y el fuego de su santo amor? Sí, repitámoslo: gracias sean dadas al Dador de todo bien que se ha com- placido en despertar en vuestras almas los puros sentimientos y los nobles propósitos que debieran animar siempre el corazón de todo cristiano. Porque yo no dudo, antes bien estoy íntima- mente persuadido, que todos vosotros al tomar la resolución de vestir las libreas del Penitente de Asís, al determinaros á ingresar en su O. T., lo hacéis con conocimiento de causa, convencidos de la excelencia del acto que vais á realizar, per- suadidos, en una palabra, de que es un favor muy grande, una gracia singular lo que Dios os otorga al llamaros á esta Orden, que ha sido en todo tiempo madre fecunda de santos y jardín amení- simo de la Iglesia; esta gloriosísima Orden, digo, con cuya Regla se han santificado tantas almas y que es para todo cristiano un preservativo eficaz
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