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CONFERENCIA TRIGÉSIMA 393 aceptable á Dios, que ama con amor infinito á aquellas prisioneras de su Justicia y desea verlas libres de tan penosa cárcel y transportadas al reino de la gloria. gu La O. T., como madre solicita y cariñosa, no podía olvidarse de sus queridos muertos. Por eso expresamente dispone en su Regla lo referente á las exequias de los terciarios difuntos y á los sufragios que deben hacerse por sus almas. En primer lugar, dispone la Regla «que los asociados de la población en donde ha muerto el terciario, asistan á sus exequias.» La Iglesia ha manifestado siempre grande respeto á los cadá- veres de sus hijos, considerándolos como despo- jos sagrados, como morada que fueron de un alma santificada por el Bautismo y los demás Sacramentos, y como instrumento de todo lo bueno y virtuoso que el cristiano ha practicado. Además, mira esos cuerpos como semilla deposi- tada en el seno de la tierra, que ha de germinar en el gran día de la resurrección de los muertos para recibir con el alma el premio de sus obras. Por estos motivos, la Iglesia tributa homenajes de respetoy veneración á los cadáveres de los que murieron en su regazo abrazados con la Cruz; por eso los bendice y los acompaña con religio- sos cánticos y santifica su tumba, y declara sa- grado el lugar donde los deposita. A imitación de la Iglesia, todo cristiano ha de

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