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222 EXEQUIAS Y SUFRAGIOS — torio, enseñó de la misma manera, «que las almas allí detenidas pueden ser ayudadas por los sufra- gios de los fieles.» La suerte de estas benditas y afligidísimas almas la ha puesto Dios en nuestras manos, depende más bien de la tierra que del cielo. La razón de esto es, que las almas del pur- gatorio son incapaces de merecer por habérseles acabado el tiempo destinado para esto. Ellas nada pueden hacer para abreviar la salida de aquella prisión, no quedándoles otro recurso que la Mise- ricordia de Dios, y los sufragios que les envíen desde la Iglesia militante. Porque esas almas per- tenecen al Cuerpo místico de Jesucristo, son miembros vivos del mismo, y por tanto reciben su influencia, y tienen derecho á participar de los copiosos tesoros de la Redención depositados por Cristo en su Iglesia, los cuales se les aplican en forma de sufragios, especialmente por medio del Santo Sacrificio de la Misa, como enseña el Sagrado Concilio de Trento. Nuestras limosnas, nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras buenas obras, ofrecidas por aquellas almas, son como rocío celestial que mitiga el ardor de sus penas y como alas que les prestamos para remon- tarse algún día al monte santo de la gloria. Por esta razón debe contarse, entre las princi- pales obras de piedad y religión, la de ayudar á las almas del purgatorio, porque esa obra inclu- ye en sí todos los actos de caridad y de miseri- cordia, que pudiéramos realizar en favor de nues- tros prójimos, y porque ella es á la vez sumamente
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