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220 EXEQUIAS Y SUFRAGIOS rificación, es la piscina misericordiosa preparada por Dios para que las almas se limpien del lodo y del polvo que recogieron en los caminos de la vida, es, digámoslo así, el pórtico del cielo donde las almas se hermosean convenientemente para presentarse en el convite celestial, es como la enfermería en donde las almas convalecen de las heridas de los pecados veniales, es, finalmente, aquella cárcel de la Divina Misericordia á que alu- día Jesucristo en la significativa parábola del Evangelio que termina con estas palabras: «En verdad te digo, que no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante» (1). En ese lugar de expiación sufren las almas atrocísimas penas y tormentos indecibles, que las purifican de la escoria de las faltas veniales. Aun- que la Iglesia nada ha definido sobre la naturaleza de las penas del purgatorio, es común sentir de los Padres y Doctores, que ellas son terribles y aflictivas sobre toda ponderación, llegando Santo Tomás (2) á decir «que las penas del purgatorio exceden á las mayores de este mundo.» A propó- sito de lo cual, véase lo que dejó escrito la men- cionada Santa Catalina de Génova, con estas pa- labras: «Cuanta sea la importancia del purgatorio, no hay lengua que lo pueda expresar ni entendi- miento que lo pueda concebir. Según lo que me es dado alcanzar, veo que las penas del purga- torio son casi tan terribles como las del infierno.» (1) Matth., V, 26. (2) Suplement. quest. B, articul. 111,

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