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198 DEL DESPRENDIMIENTO HA favor realiza. Amor que, de alguna manera, no se traduce en obras, amor que, pudiendo, no se resuelve en lluvia copiosa de beneficios, amor, en en fin, que no mueve eficazmente á interesarse por el prójimo, á tomar parte activa en sus penas y alegrías, es un amor mentido, ilusorio, más que amor es engañoso sentimentalismo. Que el amor del prójimo no ha de ser un sen- timiento estéril, un afecto de mera compasión, sino que ha de ir principalmente acompañado de obras que lo acrediten de legítimo y verdadero ante Dios y ante los hombres, nos lo enseñó cla- ramente el Evangelista San Juan (1) con estas palabras: «Hijitos míos, no amemos solamente de palabra, sino con obras y de veras. Quien tiene bienes de este mundo y viendo á su hermano en necesidad cierra sus entrañas (para no compade- cerse de él), ¿cómo es posible que resida en él la caridad de Dios?» De este modo nos ha dado Dios á entender el infinito amor que nos tiene: con infinitos benefi- cios, con regaladísimas mercedes, con obras tan estupendas que mayores no las pudo realizar su Divina Omnipotencia. Porque dando Dios á su Unigénito por la salvación del mundo, obró en nuestro favor todo aquello á que puede exten- derse su infinita bondad y poder ilimitado. Por esto dijo San Juan (1): «En esto se demostró la (1) 1, 111, 18. (1) 1,1V,9.
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