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CONFERENCIA VIGÉSIMA SÉPTIMA 173 de la Iglesia. San Basilio dice: «Al fin del día, ter- minadas ya las obras, debe cada uno, antes de echarse á dormir, examinar diligentemente la pro- pia conciencia, para hallar las culpas cometidas en aquel día.» «Si deseamos, enseña San Efrén, ade- lantar en la perfección cristiana, debemos ma- ñana y tarde considerar cómo proceden nuestros negocios espirituales con Dios, á la manera que lo hace un comerciante.» Dice San Gregorio: «Que quien no examina cada día su conciencia no está presente á sí mismo, esto es, vive á tontas, olvidado, por consiguiente, de su perfección.» Oígase á San Agustín sobre este particular: «En el fondo de nuestra alma—dice—cual en nave frágil, entran cada día aguas turbias de pecados ligeros; quien no quiera perecer, vacíe cada día, á ejemplo de los marineros, la sentina de su alma, con un diligente y doloroso examen de con- ciencia.» De todo lo dicho claramente resulta que el examen de la conciencia ha de considerarse como un espejo en donde el alma mira diariamente sus defectos para avergonzarse, dolerse de ellos y co- rregirlos; debe, por consiguiente, ser estimado como instrumento poderoso de perfección del que nadie, que verdaderamente desee progresar en la virtud, puede prescindir. Muy acertadamente, pues, dispone la Regla que los terciarios examinen diariamente su con- ciencia, para atender, por este medio, á su per- feccionamiento espiritual, y muy en particular para

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