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o 172 EL TERCIARIO EN LA CONVERSACIÓN Es cosa harto sabida, carísimos terciarios, que la humana naturaleza, viciada por el original pecado, lleva en sí los gérmenes de todos los vicios, los cuales brotan y se desarrollan al calor de la concupiscencia. Tristísima verdad que nos declara la Santa Escritura con estas palabras: «Los sentidos y pensamientos del corazón humano están inclinados al mal desde su mocedad» (1). De donde proviene, que al modo como la tierra de suyo produce maleza, que es preciso arrancará menudo á fin de que no chupe los jugos necesarios para el crecimiento y desarrollo de la sementeray de los árboles fructíferos, así el hombre, de sí mismo, produce viciosas inclinaciones, malos há- bitos, maleza de culpas é imperfecciones, que es indispensable arrancar frecuentemente para que no sofoquen la semilla de la gracia é impidan los frutos de la virtud. Este es, pues, el fin á que se encamina la salu- dable práctica del examen cotidiano: á extirpar de raíz los retoños de las malas inclinaciones, á arrancar el vicio tan pronto como se le ve nacer en la tierra del corazón. Viene á ser como el escar- dillo en manos del jardinero, con el cual arranca las malas hierbas para que no se convierta el jardín en un erial. Este es el concepto que los maestros de la vida espiritual han tenido siempre del examen cotidiano de la conciencia, y en este sentido lo vemos recomendado desde los primeros siglos (1) Génes., VIII, 21.

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