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CONFERENCIA VIGÉSIMA SÉPTIMA 171 o ra A Y no sólo ha de evitar el terciario las conver- saciones claramente inmorales y las palabras des- honestas, sino abstenerse también de ciertas frases y expresiones malsonantes que acostumbran á proferir, en momentos de ira y de arrebato perso- nas poco temerosas de Dios, porque todo esto, que en un cristiano ordinario podría tolerarse, repugna en un terciario que no sólo ha de huir de lo que es manifiestamente pecado, sino esfor- zarse por cumplir aquel consejo de mayor perfec- ción que nos dá el Apóstol con estas palabras: «Ateneos á lo bueno y conforme al Evangelio y apartaos aun de toda especie de mal (1). Como remedio eficaz para evitar los juramentos inútiles, las conversaciones desedificantes y todos los demás defectos que en el hablar suelen come- terse, la Regla dá á los terciarios el siguiente consejo, es á saber: «Examinen por la noche su conciencia y, si hallaren haber faltado en esto, arrepiéntanse y hagan alguna penitencia.» El examen cotidiano de la conciencia ha sido considerado en todo tiempo como medio el más poderoso para adquirir la pureza del corazón, limpiar las obras ordinarias de las faltas con que suelen acompañarse, corregir los malos hábitos y preparar, de este modo, la tierra del alma, arran- cando de ella las hierbas nocivas de los vicios, para que mejor y más abundantemente fructifique la semilla de la divina gracia. (1) IThes., V, 22,

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