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158 EL TERCIARIO EN LA CONVERSACIÓN qX EA á AAA cierra las puertas del corazón para dar escape, en forma de palabras, á sus afectos y sentimientos. Se comprenderá por aquí la suma importancia que en el orden moral tienen las palabras y la necesidad de enfrenar la lengua, que es el Órgano que las pronuncia. Jesucristo asegura en su Evan. gelio que: «De toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán razón en el día del juicio» (1. Y el Espíritu Santo, en el libro de los Proverbios, dice: <La vida y la muerte en mano de la lengua» (2). Lo cual bien claramente da á entender que las palabras son verdaderos actos morales de los que tenemos que responder delante de Dios, y asimismo, que del buen ó mal uso de la lengua depende, en muchas ocasiones, la vida ó la muerte del alma, sus progresos en la virtud ó sus quiebras espirituales. Esto parece quiso enseñarnos Jesu- cristo cuando dijo: «Por tus palabras serás justifi- cado y por tus palabras serás condenado» (3). Mas con ser tan precisa la moderación en las palabras y tan necesario, por consiguiente, el gobierno y acertada dirección de la lengua, nada hay, sin embargo, tan dificultoso, en la práctica, como esto. Para convencerse de lo cual basta leer con atención lo que á este propósito dejó escrito, para nuestra enseñanza, en su epístola el Apóstol Santiago (4). «El caballo —dice —con el freno se le (1) Matth., XII, 36. (2) XVIII, 21. (3) Matth., XII, 37. (4) Cap. UL
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