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140 DEL ESPÍRITU DE CARIDAD FRATERNA en estas palabras que Jesucristo dió por respuesta al doctor que le preguntaba cuál era el primer mandamiento, la fórmula abreviada de la per. fección cristiana, el programa religioso, digámoslo así, de los seguidores del Divino Redentor de la humanidad. En vano sería buscar, fuera de esto, ni ideal más encumbrado de perfectibilidad, ni base más estable para organizar debidamente las socie- dades, ni reglas más seguras y eficaces para conducir al espíritu humano á la consecución del legítimo progreso capaz de labrar su felicidad, Porque el amor de Dios es el centro necesario hacia el que gravita, por ley natural, el corazón del hombre, el cual, fuera de Dios, no encuentra ni punto de apoyo ni lugar donde tranquilamente reposar, según la bella frase de San Agustín: Fecisti nos Domine ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat ín te. «Nos has hecho, Señor, para tí y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en tí.» Y el amor del prójimo es el lazo con que se unen los corazones, la cadena de oro con que se enlazan las voluntades y, de consiguiente, el único fundamento bastante sólido para sostener el edificio de cualquiera humana sociedad. En mala hora para el mundo aparecieron en la tierra tantos seudos reformadores, pretendiendo establecer sobre otras bases, que las que señaló Jesucristo, la sociedad doméstica, política ó rell- giosa; su labor insana no ha servido de otra cosa que para sembrar la confusión en el campo de las
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