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CONFERENCIA VIGÉSIMA QUINTA 127 Eso mismo, pues, quiere la Regla que haga el terciario con la mala prensa; que le cierre las puertas de su Casa, para que jamás entre en ella á descristianizar á su familia, á escandalizar á sus hijos, á soliviantar el ánimo de los criados y perturbar la tranquilidad y el orden del hogar. Consiguientemente, el terciario, por ningún mo- tivo ni bajo ningún pretexto, ha de consentir entre en su casa alguno de esos periódicos que, según el dictamen de los Prelados, ó el parecer de perso- nas netamente católicas, deben ser considerados como mala prensa. Muy lejos ha de estar un hijo de San Francisco de imitar la detestabilísima conducta de no pocos que, á pesar de llamarse católicos, formar parte de cofradías, practicar la piedad, contribuir al sostenimiento de institucio- nes benéficas y frecuentar, tal vez, los Sacramen- tos, leen diariamente la prensa liberal, y permiten que entre en sus casas y sea leída por sus hijos y criados, contribuyendo con su dinero á man- tener y dar fuerzas al mayor enemigo de la Reli- gión y de las buenas costumbres... ¿Y por qué? Por los más frívolos pretextos, por razones que no merecen el nombre de tales, sino el de excu- sas, subterfugios, para cohonestar su desatentado proceder. «Yo—dice uno—no leo de esos periódicos más que las noticias ó el folletín.» «Yo—dice otro —no veo nada malo en esos periódicos; á mí no me hacen mella todas esas cosas que publican contra la Religión; tengo bastante discernimiento para

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