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> 2 7 106 LA 0. T. Y LA FAMILIA 8 j 4 d integridad y pureza; cuando Jesucristo es ql NA ko ejemplar en donde inspiran toda su conducta, asi h7 el padre, como la madre y los hijos; cuando en el Mi hogar doméstico se aspira la atmósfera de las 4 máximas del Evangelio, cuando allí se frecuentan 4441 los Santos Sacramentos y se observan las leyes id de Dios y de la Iglesia, cuando de las paredes de la 11 l casa pende la imagen de Jesucristo para enseñar á yt todos los que en ella habitan la humildad, la resig- al nación, el espíritu de sacrificio y otras virtudes 4:$) no menos importantes ni menos necesarias, en ce suma; la familia vive unida á Jesucristo cuando Éste informa todos los actos de aquélla é inter- viene prácticamente, por medio de su fe y de su moral, en la educación de los hijos, en la conducta de los padres y cada una de las cosas que consti- tuyen la vida moral y religiosa del hogar domés- tico. Ved, pues, al ideal sublime de la familia cris- tiana, y todo lo que Dios exige de ella; ser imita- dora de las obras y virtudes de Cristo, seguir sus divinas enseñanzas para prepararle inteligencias í que le adoren, corazones que le amen y volunta- Md des que le obedezcan. | eN La familia, por lo tanto, ha de ser el manantial 5 de las generaciones cristianas; ella ha de grabar, h en los individuos que salen de su seno, sentimien- y tos de honradez, de piedad y de religión; pero de ' 4 ii | AA a | | | TT A a a aire rgeronancdión: una manera tan estable é indeleble, que ni el viento de las pasiones, ni las manchas de la inmo- ralidad, ni la sombra del error, ni ninguna otra
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