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CONFERENCIA VIGÉSIMA CUARTA 105 Jesucristo es el regenerador de la familia, porque la levantó del abatimiento en que se en- contraba, porque la purificó de los vicios que la degradaban y la ennobleció levantándola hasta sí mismo. La familia, antes de Jesucristo, ofrecía en todas partes un cuadro deplorable y repug- nante que puede concretarse en estas palabras de un ilustre orador (1): «La familia era el despotismo del padre, la servidumbre de la madre, y entre los dos, como resultado de uno y otro, la degrada- ción del hijo; era, en fin, bajo sus tres fases, el oprobio de la humanidad entera.» Pues bien: Jesu- cristo libró de todos estos males á la familia, res- tituyéndola á su estado primitivo y ennoblecién- dola con la gracia que confiere el Sacramento del Matrimonio; desde entonces dejaron de ser la madre una esclava y el hijo una víctima, y se convirtieron en objetos dignos de todas las consi- deraciones y respetos. Jesucristo es, por lo tanto, el alma de la fami- lia; es, digámoslo así, su corazón y la causa eficaz de su vida moral. Consecuentemente, la familia, para producir frutos de bendición, para ser ma- nantial fecundo de moralidad, ha de permanecer siempre unida á Jesucristo, de la misma manera que las ramas han de estar unidas al tronco del árbol, para dar fruto y participar de su savia. Ahora bien: la familia vive unida á Jesucristo, cuando practica su moral y mantiene su fe en toda (1) P. Félix.

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