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CONFERENCIA VIGÉSIMA CUARTA 103 O : dr e fuente vital de la humanidad son puras, reunen todos los elementos de salubridad, no hay duda que comunicarán á los hombres robustez y ener- gías. Mas si, por el contrario, la familia se des- borda saltando por encima de los inmutables lin- deros que Dios le ha señalado Ó se corrompe en sus costumbres, lejos de ser fuente de moralidad para los pueblos, lo será de depravación y envile- cimiento, á despecho de todas las leyes, de todos los inventos y de todas las instituciones. De todo lo cual se deduce lógicamente que para reformar la sociedad, para introducir el orden y la moralidad en las costumbres de los pueblos, ha de comenzarse por regular la familia, por sanear el ambiente del hogar doméstico, por apartar de la familia todo germen de corrupción é ingerir en ella la savia regeneradora de los buenos principios y de las buenas obras, á fin de que la familia pueda comunicar todo esto á sus individuos, como el tronco comunica á las ramas su robustez y todas sus buenas cualidades. Así lo entendió el Seráfico Patriarca, y por esto, al sentirse llamado de Dios para reformar el mundo, tomó á la familia como objeto preferente de su celo; y á santificarla y renovar en ella el ge- nuino espíritu cristiano, encaminó todos sus esfuer- zos y dirigió todas las grandes obras de su fecundo apostolado. Su Tercera Orden de Penitencia puede decirse que no la instituyó con otro objeto sino con el de restablecer en la familia la piedad y el ejercicio de las buenas obras. Cada una de las
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