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98 DEL TESTAMENTO cualquiera otra persona. Pero sí que han de pro- curar que su testamento aparezca lo más religioso posible: comenzándolo en nombre de la Beatí- sima Trinidad, estampando en él alguna fervorosa protestación de la fe católica y obediencia al Romano Pontífice, pidiendo los Santos Sacramen- tos y ser enterrado con el hábito de la O. T., dis- poniendo Misas y otros sufragios por su alma, legando, si es posible, alguna cosa en favor de la congregación terciaria á que pertenecen, ó para los pobres ó enfermos necesitados de la misma, disponiendo que su entierro sea enteramente reli- gioso y ajeno á todas las profanidades y cosas contrarias á las ceremonias y rúbricas de la Igle- sia. Estas y otras cosas semejantes dicen muy bien en el testamento de un buen cristiano, y mayor- mente en el de un hijo de San Francisco, que en todos los actos de su vida ha de esforzarse en dar muestras de religiosidad. Pero sobre todo ha de procurar el terciario que en su testamento resplandezca la justicia, la cual tiene por objeto la distribución equitativa de las cosas. Por falta de este requisito muchos testa: mentos suelen ser la tea incendiaria de pleitos, desavenencias y discordias que desgarran lasti- mosamente el seno de las familias; hermanos que se aborrecen cordialmente como enemigos morta- les, hijos que maldicen la memoria de sus padres, parientes enemistados que se niegan el saludo y guardan el rencor todos los días de su vida, todo esto, junto con los escándalos y pecados de todo ——,

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