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CONFERENCIA VIGÉSIMA TERCERA 97 á Dios con tu celo y reconocimiento todos los bienes que recibiste de su liberalidad, honrándote en todas ocasiones de ser siervo de Dios y padre de tu pueblo. No hagas gastos supérfluos ni car- gues á tus vasallos con injustos tributos... Si muero antes que tú, procura que se digan por mí muchas Misas y muchas oraciones en todas las comunidades de Francia... Yo te doy la bendición, mi muy amado hijo..., y ruego á Nuestro Señor Jesucristo que te conserve y proteja con su gracia, concediéndote la de que jamás hagas cosa alguna contra su voluntad, para que siempre le honres y le sirvas. La misma gracia le pido para mí, á fin de que ambos juntos podamos alabarle, verle y gozarle por toda la eternidad.—Amén. » Muy semejante á este cristiano testamento fué el que hicieron los insignes terciarios San Carlos Borromeo, San Fernando, rey de España, Santa Isabel, reina de Hungría, y otros muchos que omi- timos en gracia de la brevedad. De lo cual deben los hermanos de la O. T. tomar ejemplo, procu- rando que en la forma de sus testamentos resplan- dezca la piedad. Y con esto no queremos decir que los terciarios hayan de imitar ordinariamente la conducta de estos santos, extendiéndose en sus testamentos en dar tantos consejos á sus herederos; porque esto que parece muy edificante en personas extraordinarias por su virtud y de mucho presti- gio por su rango y autoridad, sería ridículo, y además vano y presuntuoso, pretender imitarlo 7
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