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CONFERENCIA QUINTA 69 brador de nuestra sociedad, presentarse unos hombres como los antiguos penitentes, cubiertos con burdo escapulario y ceñidos con tosca cuerda á guisa de criminales! ¿No es esto un retroceso lamentable á los tiempos de barbarie? ¿No es des- atentada locura cifrar su gloria en vestirse de libreas tan ignominiosas? ¿No es una mengua in- calificable pertenecer á una sociedad arcaica, triste recuerdo de tiempos de ignorancia y obscu- rantismo? ¡Así exclamarán seguramente los enemigos del espíritu del Evangelio al veros con el santo hábito de vuestra Orden de Penitencia! A seme- jantes desahogos y ligerezas no se nos ocurre contestar con otras palabras que con las del Após- tol: Animalis homo non percipit ea que sunt espiritus Dei. El hombre embrutecido no es capaz de percibir las cosas de Dios; su orgullo es una venda que le cubre los ojos y le impide conocer los secretos de la gracia; sus groseras pasiones no le permiten apreciar lo que trasciende á los estrechos límites de la materia; hay que compa- decerles y llorar su desgracia. Mas nosotros, dichosos hijos de la revelación, iluminados con los esplendores de la fe, conoce- mos que no hay otra ignominia para el hombre que la que le proporciona el pecado ni otro reba- Jamiento que el dejarse subyugar de innobles con- cupiscencias ni otro retroceso que volver á. la vida animal, de donde le levantaron las enseñan- zas del Evangelio; que la pobreza y humildad, 6
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