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52 FRUTOS DE LA Y. 0. T. la nutre, de la misma manera, da los frutos pro- ducidos y las empresas realizadas por una insti- tución, deducimos lógicamente la pujanza del espíritu que la anima y la eficacia de los medios con que cuenta para conseguir su objeto. ¿Cuál es, si no, el testimonio más irrecusable del origen divino del Catolicismo? ¿Cuál la prueba más brillante del celestial espíritu que lo alienta y vivifica? ¿Cuál el argumento más fehaciente de que es Cristo la vida y el alma de la Iglesia Cató- lica? ¿No es esa vitalidad prodigiosa, esa juven- tud jamás desmentida de que goza á través de los siglos? ¿No es esa exuberancia pasmosa de frutos de moralidad, producidos por su poderoso influjo en todas las épocas, bajo todos los climas y en todas circunstancias? ¿No es, en fin, esa admira- ble reacción causada en las costumbres de los pueblos por la influencia de sus doctrinas y de su moral? Ciertamente: todo esto es el sello de la sobe- rana grandeza del Catolicismo y la demostración más brillante de su celestial procedencia. Pues bien, amados terciarios: como los frutos saludables y maravillosas obras de la lglesia Cató- lica declaran palmariamente su divina y sobrena- tural procedencia, así también, los provechos que ha reportado la acción bienhechora de la O, T. y los incalculables beneficios que ha derramado por doquiera á su paso por los pueblos, son la prueba más concluyente de su bondad y del excelente espíritu que la anima.
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