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CONFERENCIA TERCERA 43 añadir, á mayor abundamiento, una nueva prueba que pondrá más de manifiesto los títulos que ella tiene á las simpatías y respetos de todo buen cristiano. Es innegable que las instituciones humanas reciben de sus fundadores no pequeña parte de su dignidad y nobleza; participan, á su manera, de los méritos, de la gloria y de la grandeza de aquel á quien reconocen como autor. Gloríanse, por esta razón, los hombres de pertenecer á cor- poraciones ilustres, creadas por reyes ó persona- jes afamados, bien por su extraordinario talento, bien por sus atrevidas empresas ó gloriosas haza- ñas. Ved, si no, en cuánta estima se tiene el formar parte de alguna de las históricas órdenes militares fundadas por nuestros católicos monarcas, ó ser admitido en las academias científicas y literarias. Y es que al entroncar en semejantes corporacio- nes, parece que el individuo se realza y digni- fica y como que se apropia la nobleza, el valor y el talento de sus ilustres fundadores. Fácil cosa os será comprender por aquí, ama- dos terciarios, cuán honroso sea pertenecer á una orden que reconoce por fundador á uno de los santos más extraordinarios de la Iglesia, al gran Taumaturgo del siglo XIII, al Seráfico Francisco. Circunstancia es esta que importa recordar para gloria de vuestro ínclito instituto, porque ella lo realza extremadamente y le comunica una gran- deza y dignidad inapreciables. Como la Orden de los religiosos Menores en

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