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A $ 2 o | q 1 ll ' 1 | ETA TINA Pr LAS DIVERSIONES MUNDANAS q manera intolerante, una religión que oprime y estrecha todas las propensiones del hombre sin permitirlas el más honesto desahogo; que condena todo placer ó entretenimiento por más inocente que sea, que reprueba todo esparcimiento del ánimo, toda alegría y toda diversión, por mode- rada que se la suponga; el que de este modo con- sidera al Catolicismo, ni entiende su espíritu ni conoce la índole de su moral. Ley de amor es la del Evangelio, la cual, si bien no excluye de sí el temor que llaman servil, más principalmente engendra el amor filial que lleva al hombre á servir y amar á Dios como á Padre. Lo cual claramente enseñó el Apóstol (1) con estas palabras: «No habéis recibido ahora el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor (como esclavos), sino que habéis recibido espíritu de adopción, en virtud del cual clamamos (con toda confianza) Abba, esto es: ¡Oh Padre mío!> Decimos esto, amados terciarios, para venir á concluir lógicamente, que la Religión Cristiana, enemiga de todo rigorismo y exageración, basada en el amor y ternura de Dios para con los hom- bres, no podía imponer á éstos preceptos imposi- bles de cumplir, leyes que en la práctica trajeran grave incómodo para aquéllos; menos aún, prohi- bir cosas de suyo indiferentes y que, dada la fra- gilidad humana, son para el hombre útiles, y hasta cierto punto, necesarias. A este género de cosas (1) Rom., VII, 15.
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