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204 DEL HÁBITO DE JA O. T. ción cristiana. Llevando en sus manos la cruz de la penitencia, y amparándose con el escudo forti- simo de la te, el terciario está destinado, por sy vocación, á mostrar en todo tiempo que Cristo tiene, entre los hijos de San Francisco, verdaderos imitadores, fieles israelitas que han jurado no abandonarle en ninguna ocasión ni doblar su rodi- lla ante el ídolo á quien rinden sus homenajes los amadores de las locuras y disoluciones del siglo. Ahora bien, amados terciarios: como cada ejér- cito tiene su bandera y uniforme particular para sus soldados, y como adoptan sus divisas espe- ciales las corporaciones del siglo, del mismo modo era convenientísimo, y hasta cierto punto necesa- rio, que la O. T. tuviera su enseña y eligiera para sus individuos un distintivo particular, un signo externo común y uniforme por el cual fueran cono- cidos todos los que militan bajo su bandera. Decimos esto para que se comprenda desde luego la razón de ser del hábito, que, según la prescripción de la Regla de la V. O. T., han de vestir todos los que á ella pertenezcan; ese hábito es la librea con que quiso el Santo Patriarca se adornaran sus hijos, es el ropaje de todos los que pertenecen á la milicia Franciscana, el distintivo de la gran familia de los terciarios, el uniforme, en fin, de los soldados de Cristo, acaudillados por el Penitente de Asís. El mundo los conoce hace siglos por ese humil- de hábito, símbolo de penitencia y de voluntario abatimiento; en mil ocasiones ha cubierto ese

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