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CONFERENCIA DUODÉCIMA 201 Asís para santificarse, con un gran caudal de virtud en el corazón y con el alma abrasada en divinos amores, se ha lanzado á ejercer en el hogar do- méstico, en medio del mundo, y en todos los es- tados en que fué colocada, el apostolado de la fe, de la caridad y de las buenas obras, dejando á su paso imperecederos recuerdos en la memoria de los pueblos, y cosechando frutos extraordinarios de bendición. Esto han hecho y así se han portado las santas mujeres terciarias que os precedieron. Ahora bien: si es cierto que nobleza obliga, los ilustres ejemplos de virtud que os legaron vuestras esclarecidas hermanas, os constriñen á proceder de tal modo, que pueda decirse que no habéis dege- nerado de la alteza de su santidad. Como ellas, pues, debéis ser apóstoles de la causa de Dios, que es la Religión; trabajar con incesante anhelo por la santificación de vuestras familias, por res- taurar en ellas las cristianas costumbres de nues- tros antepasados, como el rezo del Santo Rosario, el dar gracias á Dios después de las comidas, y otras semejantes que, por desdicha nuestra, van desapareciendo; cuidar de que vuestras casas sean en todo verdaderamente cristianas, alejando de ellas todo lo que desdice de la piedad y moral de Jesucristo, como son los cuadros obscenos, las novelas escandalosas, los periódicos impíos y las diversiones mal avenidas con el espíritu del cato- licismo. Sobre todo, debéis poner empeño en que se observen en vuestras casas las leyes divinas y eclesiásticas y se guarde respeto á todas las cosas
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