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divisiones, las disputas; allí sobrevienen las riva- lidades, las venganzas y las discordias intestinas, con todo el repugnante cortejo de crímenes y miserias que acompañan á estos desórdenes. Ved, si no, lo que sucede en la actual socie- dad, mirad el resultado de su fastuosa y decan- tada civilización. Á pesar de llevar en su flamante bandera el hermoso lema de paz y fraternidad, no obstante que todos sus esfuerzos y titánicas em- presas se dirigen á realizar en el mundo el ensue- ño sublime de la paz universal, sin embargo de los medios tan eficaces que para esto ha puesto en práctica, de las maravillas que el arte y las cien- cias han realizado para mantener en continuo con- tacto los pueblos, á pesar, en fin, de que el vapor y la electricidad parecen haber borrado los lími- tes, las fronteras y las distancias que separaban á las naciones, con todo, ¡cuán menguados y efí- meros han sido los resultados en pro de la paci- ficación social! ¿Hay, por ventura, más paz entre los Estados?, ¿existe mayor unión entre los indi- viduos?, ¿goza de más paz la familia? Dígalo el tristísimo cuadro de horrores que ofrece la moderna sociedad; díganlo tantas divi- siones en la política, tantos bandos entre los cató- licos, tantas desavenencias en los pueblos y tantas discordias entre las familias; díganlo esa horrible confusión de ideas y de encontrados pareceres que tienen convertida á la sociedad en una torre de Babel ó en un campo de Agramante; díganlo, en fin, las guerras que presenció el siglo pasado y

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