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CONFERENCIA UNDÉCIMA 173 es en realidad: Dios es amador de la concordia, tiene su asiento en las almas que procuran mante- nerla, habita en medio de los que enlazados con los vínculos de la caridad y de la justicia, proce- den de común acuerdo en su servicio. «Tres cosas agradan á Dios y complacen su espíritu—dice el Eclesiástico: —la concordia entre los hermanos, el amor de los prójimos, y un marido y una mujer bien unidos entre sí» (1). Y Jesucristo dice en el Evangelio: «Si dos de vosotros se unieren entre sí sobre la tierra para pedir una cosa, les será otorgado por mi Padre que está en los cielos, porque donde dos ó tres se hallan congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (2). Sí: allí en donde hay concordia, allí está Jesucris- to, allí está Dios, allí está la Santísima Trinidad, formando, en cierto modo, en los que viven san- tamente unidos, una trinidad en la unidad, esto es, la unión de espíritus, de corazones y de obras. Por lo cual decía San Agustín: «Que la concordia entre los hermanos es la voluntad de Dios, la ale- gría de Jesucristo, la perfección de la santidad, la regla de la justicia, y en todas las cosas una dis- ciplina digna de alabanza.> Esto bastaba para ponderar las excelencias de la concordia y aficionar á ella nuestros corazones, aunque no hubiera otros motivos para ello; pero trae aun nuevos bienes y provechos, los cuales (1) Eccli., XXV, 1,2. (2) Matth., XVIII, 19, 20. 7 ¡ AS
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