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152 OBEDIENCIA Y ACATAMIENTO A LA IGLESIA versias de la fe, la autoridad competente para re- solver las dudas que se suscitan sobre la moral, y el intérprete infalible de la palabra de Dios. Sin el magisterio de la Iglesia, ni la doctrina de los doctores, ni la Tradición, ni la misma Sa- grada Escritura nos prestarían argumentos ciertos de la verdad revelada. Y no es que ese magiste- rio añada alguna cosa á la naturaleza intrínseca de las verdades sobrenaturales; lo único que hace es garantizarnos el origen divino de la Revelación, asegurarnos de que aquello que creemos es verdaderamente la Palabra de Dios. Tan cierta es esta doctrina, que el Padre San Agustín no reparaba en decir: «Qué él no creería al Evan- gelio, si no le persuadiera á ello la autoridad de la Iglesia.> De lo cual manifiestamente se deduce que no puede darse en el individuo fe verdadera ni moral cristiana, sin la obediencia y rendimiento de juicio y de voluntad á las decisiones de la Iglesia, ya que Ella es la regla cierta y segura de nuestra fe y de nuestra moral. Esta sumisión tan necesaria en todo cristiano, es singularmente recomendable en el terciario de San Francisco, toda vez que su Regla expresa- mente dispone que los que hayan de ser admitidos en esta Orden sean de obediencia probada á la Iglesia Romana y á la Sede Apostólica. Prescrip- ción prudente y acertada y la más trascendental de todas, puesto que tiene por objeto garantir y asegurar la ortodoxia de la fe y la pureza de las
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