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150 DE LAS BUENAS COSTUMBRES mos el bien, porque lo que sembrare el hombre esto recogerá.» Si ahora desperdiciamos el precioso tiempo de la vida, llegará ocasión en que llorare- mos irremediablemente esta pérdida; si en vez de sembrar ahora obras de mortificación, de carj- dad y devoción, sembramos vicios y vanidades, en el punto de la muerte recogeremos confusión y amargura. Por lo que queda explicado en esta conferen- cia, habréis podido comprender que las buenas costumbres que ha de observar el terciario fran- ciscano se han de basar en aquellas palabras del Apóstol, que me han servido de tema: Juste ef pie vivamus. Vivir justa y piadosamente. Juste, esto es, cumplir con exactitud las leyes de Dios y de la Iglesia y las obligaciones del propio estado. Pie, es decir, entregarse fervorosamente al ejer- cicio de la virtud y á las prácticas de piedad. Para terminar, y con el fin de animaros á vivir conforme á la santidad de vuestro instituto, me parece muy del caso recordar aquí aquellas her- mosas palabras que el Seráfico Patriarca solía dirigir 4 sus religiosos: «Grandes cosas hemos prometido á Dios, pero mayores son las que Él nos ha prometido; guardemos éstas y aspiremos á aquéllas.> Guardad, pues, fielmente las leyes de la O. T., observad con exactitud sus estatutos, y de este modo tendréis derecho á esperar el galardón que Él promete á los observadores de la Tercera Regla Franciscana.--- Amén.

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