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CONFERENCIA OCTAVA 131 principios del Evangelio y los dictámenes del mundo, y que practican á medias la Religión, to- mando de ella unas cosas y dejando otras, ob- servando algunos de sus preceptos y omitiendo otros, sólo por seguir las corrientes modernas, por amoldarse al espíritu de su siglo; y final- mente, la lectura de libros ó periódicos saturados de naturalismo ó plagados de los errores moder- nos, cosas son todas estas que perjudican grande- mente á la fe, que empañan su brillo, que amino- ran su firmeza y amortiguan insensiblemente en el individuo las creencias cristianas. De todo esto, por consiguiente, debe apartarse el terciario como de otros tantos enemigos de la pureza de su fe; debe abominar todo aquello que merma la in- tegridad de las creencias católicas, sembrando dudas en la inteligencia, despertando recelos en el corazón y haciendo perder aquella humilde sen- cillez del alma que es la disposición más necesa- ría para perseverar firmes y constantes en la pro- fesión de la fe católica. Como la astuta serpiente del Paraíso indujo á nuestros primeros padres á quebrantar el mandato de Dios, prometiéndoles que, haciéndolo, alcan- zarían el conocimiento y ciencia del bien y del mal, así hoy se pretende, hermanos terciarios, que el hombre, so pretexto de mayor cultura é ¡lustra- ción, se entere de todos los desvaríos de los in- crédulos, lea sus perniciosas doctrinas y escuche sus peroratas y discusiones. Con tan malas artes pretende nada menos que arrancar la fe y las

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