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CONFERENCIA SÉPTIMA 113 1 necesaria y principal; á la práctica de aquellas vir- tudes que antes hemos indicado, las cuales son el espíritu y la fuerza santificadora de la V. ida Pues mientras no se atienda preferentemente á esto y hasta tanto que los terciarios, en la medi- da de sus fuerzas, no se hagan apóstoles de las buenas ideas y propagadores de las sanas costum- bres y el celo por la gloria de Dios y por la defen- sa de la Religión no abrase sus corazones, poco podrá esperarse en nuestros días de la influencia de la O. T., y muy escasos serán sus resultados en el orden social y religioso. Yo tengo para mí, amados terciarios, que en nuestra patria no ha sido aún bien comprendido el carácter de la T. O. de San Francisco. No se la mira como lo que es: un plan meditado de refor- ma, un organismo destinado á introducir en todas partes, pero de un modo especial en la familia, el genuino espíritu del Evangelio; una asociación, en fin, muy á propósito para realizar todas aquellas empresas católicas que reclaman las múltiples necesidades de la moderna sociedad. Por lo regu- lar no se la considera entre nosotros, desde este punto de vista, sino solamente como un medio para fomentar la piedad entre los fieles. Sin negar que sea éste uno de los fines de la O. T., repeti- mos que su misión es más transcendental, que es más amplia la esfera de su acción, pues se extiende á todo lo que antes hemos mencionado, y es muy para lamentar que no se haya tenido esto en cuenta. No ha sucedido así en otros países, en los
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