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vr merecidas alabanzas, una cosa hemos observado con > punto, y es: la dificultad que este frecuencia sobre « género de predicación ofrecía, casi siempre, á los ora- dores, especialmente si eran varios y consecutivos los sermones que sobre este asunto tenían que predicar. Muchas veces, en efecto, hemos presenciado sus dudas, las vacilaciones y la perplejidad en que se en- contraban, al yerse forzados á hablar acerca de la Ter- cera Orden de San Francisco. De aquí nace, sin duda, que esquivando, de ordinario, estas dificultades, mu- chos, en vez de predicar á los terciarios de asuntos rela- cionados con su Orden ó con su Regla, se contentan con hablarles de cualquier asunto moral ó religioso, lo cual, no es ciertamente reprobable; pero tampoco creemos que es lo más oportuno y conveniente para aquéllos, Porque á los terciarios les interesa mucho conocer las cosas referentes á la asociación de que forman parte: la historia de su Orden, los nombres de los ilustres per- sonajes que vistieron el hábito de Penitencia, los santos y bienaventurados que, en número casi incalculable, figuran en el santoral de la Orden Tercera, el fin de su vocación, el espíritu de su Regla, el alcance de sus prescripciones, para que, mediante el conocimiento detallado de estas cosas y con la noticia completa de las gracias y privilegios que van anejos á su observan- cia, se reanime su fervor y más se esfuercen á cum- plir puntualmente lo que han profesado, ¿Por qué, pues, dirigiéndose á individuos de la Ter- cera Orden no se les ha de predicar en sus funciones extraordinarias y reuniones mensuales, de estos y otros asuntos semejantes, que tanto y tan directamente les interesa, con preferencia á otros que les atañen menos, y los cuales, por otra parte, ellos pueden oir en otras ocasiones? ¿Qué causas impiden que esto se haga asi?