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86 GRACIAS Y PRIVILEGIOS DE LA V. O. T., lizaron gloriosas hazañas y llevaron á cabo atre- vidas y arriesgadas empresas en bien de la Iglesia y de la humanidad. Pero si todo esto no bastara, y si lo dicho no fuera suficiente á poner de relieve su mérito y á despertar el aprecio y respeto de todos por tan benemérita institución, y moverlos eficazmente á alistarse en ella, me reservo para esta conferencia hablar de otro título, indicar otro motivo que, á la vez que realza y enaltece á la V. O. T., contiene en sí eficacia decisiva para enardecer los deseos por una obra tan saludable y benéfica. Dos cosas suelen despertar nuestra voluntad al amor de un objeto, á saber: su bondad esencial, y la utilidad y provecho que nos reporta; la pri- mera, enciende en nosotros un amor especulativo, engendrado por la belleza y honestidad del objeto; la segunda, despierta en el alma el amor de con- cupiscencia, amor práctico basado en los prove- chos y resultados beneficiosos que puede traernos la cosa apetecida. De ordinario, es más bien el amor de concupiscencia el que nos determina á obrar, que el amor especulativo. Esto que á las veces constituye un defecto ó desorden de nuestro corazón, en determinadas circunstancias y tratándose de cosas espirituales, si bien no es lo más perfecto, no es sin embargo reprobable y hasta puede ser, y lo es en efecto, acicate poderoso para determinarnos á practicar el bien. El real Profeta David, no obstante ser un hom-
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