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~ 86 Tratabamos nosotros de contrarrestar todos estos homenajes, humillandola delante de los mismos que la honraban; nunca ma- nifest6 disgusto ni satisfaccidn porque le deciamos en estas cir- cunstancias cosas que podrian deprimirla, ni parecia guardar de esto recuerdo algino. Ni causaban mayor impresién los procederes despreciativos 6 las palabras poco benévolas de algunos visitantes. Cierta sefiora, de quien tuvimos motivos para sospechar si habia venido al Hos picio con intenciones poco laudables, la interrogé largamente en un tono y con unos términos muy mortificantes. Bernardita contes- taba siempre tranquila y serena: «Bien, Sefora.» Retirdse la forastera desconcertada enteramente, y trastornada’ Habiase particularmente conmovido, al contemplar 4 Bernardita en el momento en que, ac- cediendo 4 su invitacién, representaba la actitud y movimiento de Nuestra Sefiora al decir: Soy /a Inmaculada Concepciin. Por \o demas, nosotras mismas, cada vez que asistiamos 4 esta escena, nos retirabamos conmovidas hasta llorar. Hacia la sefal de la cruz con un respeto, una lentitud, una majestad, un gusto que no suele verse atin en las personas mas piadosas. A sdlas y no pudiendo sospechar que la observaban, hacia del mismo modo muy bien la sefial de la cruz. Encontraba- sela muchas veces al dia rezando devotamente el rosario; no lo apartaba de si ni atin de noche, empleando en rezarlo sus horas de insomnio, Guard6é una grande devocién hacia la gruta, y los dias que la llevabamos alla eran sus dias mas felices. Finalmente tenia en grande aprecio la sagrada comunién y gustaba mucho de ella. Aun en la época de sus mas penosos ata- ques, después de noches pasadas en claro, levant-base para ir 4 comulgar. Dabala yo algunas pastillas para calmar la tos: «No, hermana, me decia; temo dormirme con una pastilla en la boca, y no podria ir 4 comulgar.» Trad. por el P. A, Viladevall. S. F. sien tears ee sl Hoa TR nee
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