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85 Nevers. Alli acudia la mayor parte de la gente principal que acudia 4 Lourdes, deseando como es natural, ver 4 la nifia_privi- legiada de la Inmaculada Concepcion. Sor Victorina, encargada desde 1861 de velar sobre Bernar- dita, nos ayudara a conocerla. «Bernardita, dice, sentia de ordinario repugnancia en contestar a las preguntas de los visitantes, por la fatiga que estas conversaciones le causaban. Todo cansancio le afluia al pecho y causdbale terribles ataques de asma. Acompaiidn- dola al locutorio, la vefa’ yo pararse junto a la puerta y llorar 4 lagrima viva. ;Animo! le decia: enjugaba ella sus lagrimas, serenaba su rostro y contestaba a todo sin impacientarse por las preguntas importunas, ni mostrarse.contrariada cuando no se queria dar fé a sus palabras. Ni una sola vez la of hablar de sus visiones sin ser preguntada sobre este asunto; ni tampoco la of una palabra que aun indirecta- mente pudiese provocar semejantes preguntas; contestaba, si; pero sin salirse poco ni mucho en su respuesta del objeto preciso de la pregunta, Tampoco noté en ella impresién de vanidad 6 de amor propio con ocasién de las gracias extraordinarias que habia recibido, 6 de las alabanzas y muestras de veneraciédn que se le prodigaban. Ro- gdbanle que tocase rosarios; hacialo tomandolos, en una mano y tocandolo con la otra; pero sin dar 4 ésto importancia, y por des- embarazarse de la gente. El Rdo. Pomian la prohibio hacer ¢sto; no lo hizo mds, y desde entonces, cuando le presentaban para que” los tocase, contestaba: me lo han prohibido. Muchos se pusieron de rodillas ante ella pidiéndole su bendi- cién; deciales: «Yo no sé bendecir.» Un dia, mientras se lavaba las manos en la cocina, vino un Sacerdote y tras él una sefora y unos nifios. Arrodillése el Sacerdote, pidiéndola su bendicién; Ber- nardita respondié: «Yo no sé bendecir.» El Sacerdote insistid: «diga V.: Virgen Santisima, que me habeis aparecido, bendecid 4 este Sacerdote y a esta familia.» Bernardita estaba muy contrariada; pero repitid con gran sencillez estas palabras. La multitud de los que pedian verla era tanta en ciertos dias, que estaba ella tan fatigada, que habiamos de contener la gente fuera de casa, y sacar 4 Bernardita 4 una ventana para mostrarsela. Obedecia ella ain estando enferma, a pesar de contrariarla mucho semejantes exhibiciones. Yendo a la ventana, deciame un dia: «Pa. rece que soy un objeto raro.»
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