BCCPAM000525-6-22000000000000

47 la paleta’ de los angeles, el cantor incomparable de las apariciones de las rocas de Massabielle: «La luz inefable que flotaba en torno suyo, ni turbaba ni heria la vista, como el resplandor del sol; sino que atraia invenciblemente : la mirada, que en ella parecia bafiarse y reposar con delicia. Era como la estrella de la mafana, la luz con la frescura. Sin los con- tornos fugitivos de una visidn fantastica, era una realidad viva, palpable al parecer, difiriendo tinicamente de toda persona ordina ria, por su auréola y su celestial belleza » «De estatura mediana, parecia muy joven y tenia. la gracia de los veinte aos; pero sin perder nada su tierna delicadeza, este brillo, fugi- tivo como él tiempo, tenia en ella el caracter de eterno. Mas aun: en sus facciones, de una pureza infinita, se mezclaban en cierto modo, sin turbar su armonia, el inecente candor de la nifia, la pureza_ encanta- dora de la dencella, la tierna gravedad de la mas alta de las maternida. des, y una prudencia superior a la de todos los siglos acumulados. «Con qué compararla en este mundo miserable, donde los rayos de lo bello estan esparcidos, rotos y debilitados, y donde nunca aparecen sin alguna mancha impura? Ninguna majestad del Universo, ninguna distincién de este mundo, ninguna pequefiez de aca abajo podrian darnos una idea suya, y hacérnosla comprender mejor. Con las lamparas de la tierra no se puede hacer ver, y por decirlo asi, ilu- minar los astros del cielo.» Asi, con ese conjunto de bellezas, con ese tesoro de perfeccio- nes, el artista inspirado nos dejé un trasunto de. aquella celestial hermosura, en la bendita imagen que diariamente vé 4 sus plantas postrado al infortunio y suplicante al dolor. Bien haya mil veces la inspiracién que guid la mano del artista, dejandonos en el inanimado lefio un bosquejo de la hermosura divi- nal ante quien palidecen las estrellas del firmamento y cuyo rostro no se sacian de contemplar los moradores del Empfreo Madre mia! Virgen santisima de Lourdes! la que tantas veces hemos visitado, la que escucha. nuestras plegarias y ante quien derramamos nuestro corazén: ahi, cabe tu altar santo, junto al trono de tus piedades, te dejamos nuestras stiplicas, depositamos nuestros votos y oraciones. Escuchalas, Madre mia, y una vez mds, muestra que tus ofdos nunca se hicieron sordos al clamor del infortunio, que tu corazén jam4s se cerré & los ruegos de tus hijos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz